domingo, 5 de mayo de 2019


Esa mujer que viene hasta la casa de al lado trae siempre un rosario enredado entre las manos. Tiene el pelo largo y entrecano, y usa una gorrita estilo hindú con brillos que enmarcan una cara de mejillas tibias y rosadas. Parece una pepona.
De piernas y brazos delgadísimos. Lleva una carterita cruzada. Su estilo al caminar es enérgico, reconcentrado. A pesar de cierta languidez en la mirada, se la ve ensimismada en su tarea: Con toda vocación viene a dejar sus bendiciones.
Por lo general, toca el timbre. Se para afuera de la casa, baja la vista, se persigna y reza con fervor para que Dios proteja a mi vecina. Permanece mucho tiempo así. Reza mucho, o varias oraciones.
En una época le dejaba ofrendas. Todo tipo de provisiones como leche, azúcar, café. Roxana al principio se molestaba, pero ahora la saluda y se quedan hablando un rato. Un par de veces se ocupó de nosotros. Nos donó una cantidad impresionante de golosinas. 
No sé cómo serían nuestros días sin la protectora.

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