miércoles, 29 de abril de 2020

Casi pienso

en el árbol recién llovido
el murmullo constante
del vaivén de las hojas

en la tarde crecida
el reflejo tornasolado
sobre los vidrios de los autos

en las zonas libres del cielo
en los árboles que renuncian
a su copa florida

en las chicharras que cantan
el sopor de la tarde

en aquel paraíso que junto con
la lluvia realza el perfume.

lunes, 20 de abril de 2020

Manto negro

Me tiro en la cama
y cambiás de posición

te acercás y te echás
a mi lado, tu lomo
tocando mis piernas

me envuelve tu pelaje
negro, sedoso, brillante
me enmienda.

lunes, 13 de abril de 2020


Temo a la persona de pocas palabras
Temo a la persona silenciosa.
Al sermoneador, lo puedo aguantar;
al charlatán, lo puedo entretener.

Pero con quien cavila
mientras el resto no deja de parlotear,
con esta persona soy cautelosa.
Temo que sea una gran persona.


Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830 - 1886)


Ya está dormida bajo tanto cielo
y sobre tanta tierra enamorada.
Rosa cabal, cumplida llamarada
sin guitarra, sin luz y sin desvelo.

Tan presente en el fuego, tan presente
en el aire, en la tierra, en la distancia
que va de la raíz a la fragancia.
Muerta para nosotros, por ausente.

Tendida en su aparente muerte, espuma
ceniza en lenta carne desgarrada,
muerta para nosotros por callada,
en un silencio de apretada bruma.

Dormida no, pero desparramada,
tan generosa como fue su vida.
Deshecha ya, pero jamás perdida.
Dormida, sí, más nunca desmayada.

Su muerte crecerá, seremos viejos
y todo será sombras en la casa
cuando regrese con sus pies de gasa
del fondo de sus últimos espejos.

Perdida no, que la alta margarita
crecerá de su muerte. No lloremos.
Perdida sí, pero jamás marchita.
Ella vendrá. Nosotros nos iremos.


Raúl González Tuñón (Ciudad de Buenos Aires, 1905 - 1974)

viernes, 10 de abril de 2020

La espera

¡Oh, lino, madura, que quiero tejer
Sábanas del lecho donde dormirá
Mi amante, que pronto, pronto tornará!
(Con la primavera tiene que volver.)

¡Oh, rosa, tu prieto capullo despliega!
Has de ser el pomo que arome su estancia.
Concentra colores, recoge fragancia,
Dilata tus poros, que mi amante llega.

Trabaré con grillos de oro sus piernas.
Cadenas livianas del más limpio acero,
Encargué con prisa, con prisa al herrero
Amor, que las hace brillantes y eternas.

Y sembré amapolas en toda la huerta.
¡Que nunca recuerde caminos ni sendas!
Fatiga: en sus nervios aprieta tus vendas.
Molicie: sé el perro que guarde la puerta.


Juana de Ibarbourou (Melo, 1892 - Montevideo,1979)