viernes, 30 de octubre de 2015

Constantino Cavafis

Recuerda, cuerpo...

Recuerda, cuerpo, no solo cuánto fuiste amado,
no solamente en qué lechos estuviste,
sino también aquellos deseos de ti
que en los ojos brillaban claramente
y temblaban en la voz -y que hizo
vanos algún obstáculo del destino.
Ahora que todos ellos son cosas del pasado,
casi parece como si hubieras satisfecho
esos deseos: cómo ardían, recuerda,
en los ojos que te contemplaban, cómo
temblaron por ti, en la voz. Recuerda, cuerpo.

Constantin Cavafis (Alejandría, 1863 - 1933)
Trad. Lautaro Santana

jueves, 29 de octubre de 2015

RCP

Envolverlo en torrentes de una sola caricia delicada 
pero intensa

testimoniar su sombra rodeando mis hombros
levitando en la piel

tallar en mis retinas los confines de su pecho inmenso

inspirar su perfume todo de una vez

sellar los bordes 
de su entero recuerdo.

Tenerlo cerca es la viva vocación de detener el tiempo.

martes, 27 de octubre de 2015

Olga Orozco

El jardín de las delicias

         ¿Acaso es nada más que una zona de abismos y volcanes en
plena ebullición, predestinada a ciegas para las ceremonias de la
especie en esta inexplicable travesía hacia abajo? ¿O tal vez un
atajo, una emboscada oscura donde el demonio aspira la inocencia
y sella a sangre y fuego su condena en la estirpe del alma?¿ O tan
sólo quizás una región marcada como un cruce de encuentro
y desencuentro entre dos cuerpos sumisos como soles?
No. Ni vivero de la Perpetuación, ni fragua del pecado original,
ni trampa del instinto, por más que un solo viento exasperado
propague a la vez el humo, la combustión y la ceniza. Ni siquiera
un lugar, aunque se precipite el firmamento y haya un cielo que
huye, innumerable, como todo instantáneo paraíso.
           
           A solas, sólo un número insensato, un pliegue en las membranas 
de la ausencia, un relámpago sepultado en un jardín.
   
           Pero basta el deseo, el sobresalto del amor, la sirena del
viaje, y entonces es más bien un nudo tenso en torno al haz de
todos los sentidos y sus múltiples ramas ramificadas hasta el
árbol de la primera tentación, hasta el jardín de las delicias y
sus secretas ciencias de extravío que se expanden de pronto
de la cabeza hasta los pies igual que una sonrisa, lo mismo
que una red de ansiosos filamentos arrancados al rayo, la
corriente erizada reptando en busca del exterminio 0 la salida,
escurriéndose adentro, arrastrada por esos sortilegios que son
como tentáculos de mar y arrebatan con vértigo indecible
hasta el fondo del tacto, hasta el centro sin fin que se desfonda
cayendo hacia lo alto, mientras pasa y traspasa esa orgánica
noche interrogante de crestas y de hocicos y bocinas, con
jadeo de bestia fugitiva, con su flanco azuzado por el látigo
del horizonte inalcanzable, con sus ojos abiertos al misterio
de la doble tiniebla, derribando con cada sacudida la nebulosa
maquinaria del planeta, poniendo en suspensión corolas como
labios, esferas como frutos palpitantes, burbujas donde late la
espuma de otro mundo, constelaciones extraídas vivas de su
prado natal, un éxodo de galaxias semejantes a plumas girando
locamente en el gran aluvión, en ese torbellino atronador que
ya se precipita por el embudo de la muerte con todo el universo
en expansión, con todo el universo en contracción para el parto
del cielo, y hace estallar de pronto la redoma y dispersa en la
sangre la creación.

                     El sexo, sí,
                     más bien una medida:
                     la mitad del deseo, que es apenas la mitad del amor.


Olga Orozco (Toay, La Pampa, 1920-1999)

jueves, 22 de octubre de 2015

A otra cosa

¿Pongámonos bien la vida
que nos pusimos del revés?
En vez de alimentar historias de plomo
digamos cosas fáciles.

En vez de hacer de perro del hortelano,
o llorar a la luna porque no nos quieren,
echemos pájaros en el jardín de las preciosidades.

Probemos saludar a desconocidos
a ver si aparece el amor,
pues qué delgado está el mundo,
qué pálido, y necesita apoyo.

Aventa una palabra uno y afecta al tiempo futuro;
por eso hay que hablar con cuidado
y sonreír más.

Pogámonos bien la vida a ver qué pasa,
pues así como estamos se han desequilibrado
los bancos de las plazas
y si no intervenimos
¿a dónde va a ir la gente a tomar aire?

Jorge Leónidas Escudero (San Juan, 1920)

Jorge Leónidas Escudero

La herida más mortal es enteriza,
baja desde la coronilla
hasta las uñas de los pies.
Podés hacer cuanto se te ocurra pero
has fallecido.

Herida mortal que escapa
a todo hablar, asfixia
como si en una bolsa
a un pozo negro te hubieran.
Esto ocurre a enamorados tozudos
que aspiran a recuperar besos perdidos.
La realidad los engancha de atrás con un clavo
los abre en canal y deja colgados
como res en el matadero.

Se les vacían los tuétanos,
gimen lloro inconsolable
se mean y defecan encima. No,
no es gracioso
ver así a un inocente agregado al olvido
brutalmente por lo que él más quiere.

Jorge Leónidas Escudero (San Juan, 1920)

lunes, 19 de octubre de 2015

La caída

Si te dicen que caí
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.


Beatriz Vignoli (Rosario, 1965)

Beatriz Vignoli

La guerra de los tontos

Dinamitamos antes de cruzarlo
el puente, el bello puente
que habíamos construido.

El puente sobre el río del olvido era.

Ahora, moriremos olvidados.
Muramos ya, y de esto.



Beatriz Vignoli (Rosario, 1965)

Loneliness


Now it is Loneliness who comes at night


Instead of Sleep, to sit beside my bed.


Like a tired child I lie and wait her tread,


I watch her softly blowing out the light.


Motionless sitting, neither left or right


She turns, and weary, weary droops her head.


She, too, is old; she, too, has fought the fight.


So, with the laurel she is garlanded.


Through the sad dark the slowly ebbing tide


Breaks on a barren shore, unsatisfied.


A strange wind flows... then silence. I am fain


To turn to Loneliness, to take her hand,


Cling to her, waiting, till the barren land



Fills with the dreadful monotone of rain.


Katherine Mansfield (Wellington, 1888 - Fontainebleau, 1923)

sábado, 17 de octubre de 2015

Secret flowers

Is love a light for me? A steady light,
A lamp within whose pallid pool I dream
Over old love-books? Or is it a gleam,
A lantern coming towards me from afar
Down a dark mountain? Is my love a star?
Ah me!- so high above so coldly bright!
The fire dances. Is my love a fire
Leaping down the twilight muddy and bold?
Nay, I'd be frightened of him. I'm too cold
For quick and eager loving. There's a gold
Sheen on these flower petals as they fold
More truly mine, more like to my desire.
The flower petals fold. They are by the sun
Forgotten. In a shadowy wood they grow
Where the dark trees keep up a to-and-fro
Shadowy waving. Who will watch them shine
When I have dreamed my dream? Ah, darling mine,
Find them, gather them for me one by one.

Katherine Mansfield (Wellington, 1888 - Fontainebleau, 1923)

miércoles, 14 de octubre de 2015

Ceguera

Me abismo en una rara ceguera luminosa, 
un astro, casi un alma, me ha velado la Vida.
¿Se ha prendido en mí como brillante mariposa,
o en su disco de luz he quedado prendida?
No sé...
Rara ceguera que me borras el mundo,
estrella, casi alma, con que asciendo o me hundo.

¡Dame tu luz y vélame eternamente el mundo!


Delmira Agustini (Montevideo, 1886- 1914)

martes, 13 de octubre de 2015

Avanza la corriente sobre el mármol blanco
se acerca el oleaje a la orilla
trato de contener el agua con la mano
infructuosamente

la vuelvo a barrer pero más y más brota
de nuevo
y de nuevo
y de nuevo aparece.

Traigo papel grueso
intento absorberla pero se deshace
hasta que
queda una película transparente.

Traigo más.

Una vez fallo
y me ahogo.

domingo, 11 de octubre de 2015

Me paro en el centro del cuarto
miro alrededor
paredes
puerta
techo. 

El aliento a brisa perfumada 
en fragancia nauseabunda se transfigura
me ensarta
de lado a lado del espejo. 

El techo se descascara sobre mi cabeza
me sacudo
y caen los pedazos al piso
mastico el polvo 
con el paladar contra mi lengua húmeda. 

Se despega la piel de las paredes 
de par en par se abre la puerta.

Me marcho
sobre los restos. 

Esa mujer come pizza en un bar con una amiga

Hoy salió
la dejaron salir
pero conserva el ímpetu
la vehemencia
con la que también le trasmite su sufrir
al terapeuta.

Habla tan fuerte.
Quiere que le crean su padecer.

Solo ella existe en este espacio.

Su amiga se desdibuja
ya no se ve.
Le dice "no" a tener un acompañante terapéutico porque no quiere cocinar para dos.

Se queja de que
si no administra exhaustivamente la medicación
no va a llegar a recibir la dosis que necesita.

No puede descansar en el psiquiatra.

Descansar
no tiene nunca
dónde.

viernes, 2 de octubre de 2015

Nicanor Parra

Preguntas a la hora del té

Este señor desvaído parece
Una figura de un museo de cera;
Mira a través de los visillos rotos:
Qué vale más, ¿el oro o la belleza?,
¿Vale más el arroyo que se mueve
O la chépica fija a la ribera?
A lo lejos se oye una campana
Que abre una herida más, o que la cierra:
¿Es más real el agua de la fuente
O la muchacha que se mira en ella?
No se sabe, la gente se lo pasa
Construyendo castillos en la arena.
¿Es superior el vaso transparente
A la mano del hombre que lo crea?
Se respira una atmósfera cansada
De ceniza, de humo, de tristeza:
Lo que se vio una vez ya no se vuelve
A ver igual, dicen las hojas secas.
Hora del té, tostadas, margarina.
Todo envuelto en una especie de niebla.

Nicanor Parra (Chile, San Fabián de Alico, 1914)