lunes, 13 de abril de 2020


Ya está dormida bajo tanto cielo
y sobre tanta tierra enamorada.
Rosa cabal, cumplida llamarada
sin guitarra, sin luz y sin desvelo.

Tan presente en el fuego, tan presente
en el aire, en la tierra, en la distancia
que va de la raíz a la fragancia.
Muerta para nosotros, por ausente.

Tendida en su aparente muerte, espuma
ceniza en lenta carne desgarrada,
muerta para nosotros por callada,
en un silencio de apretada bruma.

Dormida no, pero desparramada,
tan generosa como fue su vida.
Deshecha ya, pero jamás perdida.
Dormida, sí, más nunca desmayada.

Su muerte crecerá, seremos viejos
y todo será sombras en la casa
cuando regrese con sus pies de gasa
del fondo de sus últimos espejos.

Perdida no, que la alta margarita
crecerá de su muerte. No lloremos.
Perdida sí, pero jamás marchita.
Ella vendrá. Nosotros nos iremos.


Raúl González Tuñón (Ciudad de Buenos Aires, 1905 - 1974)

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