sábado, 29 de agosto de 2015

Deixa-me seguir para o Mar

Tenta esquecer-me...Ser lembrado é como
evocar-se um fantasma...Deixa-me ser
o que sou, o que sempre fui, um rio que vai fluindo...

Em vão em minhas margens cantarão as horas,
me recamarei de estrelas como um manto real,
me bordarei de nuvens e de asas,
às vezes virão em mim as crianças banhar-se...

Um espelho não guarda as coisas refletidas!
E o meu destino é seguir...é seguir para o Mar,
as imagens perdendo no caminho...
Deixa-me fluir, passar, cantar...

toda a tristeza dos rios
é não poderem parar!

Mario Quintana (Alegrete, 1906 - Porto Alegre 1994)

martes, 25 de agosto de 2015

Los equilibristas callados



                                                           A lxs poetas.
Estoy aquí, en la entelequia del paisaje,

entre el ser y la luz,

entre el transcurrir y el viento

que rasura abrasadores raíles.

Inmóvil, estoy inmóvil, en cambio

me muevo en el cambio que arrastra lejos mis lindes,

lima mis rojos limos y anega los días con olvido.

Volaron ya tantos pañuelos blancos

como noches en vela; como estelas

de hollín que trazaban confusos caminos.

Ahora, todo es verde tierra quemada y bajo ella

roncos presagios te susurran ese carbón sin escarbar

de las entrañas de la tierra, vacuos diamantes,

medusas pétreas que se sumergen en el abismo,

ráfaga de luz dormida allí, en el fondo,

más allá del fin de mi, en el centro de la implosión

donde mi niño espera a nacer aun sin rostro, mientras

mi anciano es decapitado por la afilada orquídea de la memoria,

donde mis manos tumefactas lanzan ardientes adoquines

contra mi propio reflejo.

Intermitentemente

mi experiencia se borra del existir

mis besos se inmolan, mis sonrisas

se volatilizan como ceniza de bonzo,

mis abrazos se mezclan en probetas con mis lloros,

otros intentan hacer acopio del misterio del cosmos al microscopio.

Todo es más sencillo.

Ahora estoy aquí, ahora ya no estoy aquí,

igual que un grano de arena que gira duna abajo hacia la nada.

De mi piel para afuera lo inflamado

las partículas de oxígeno en otros pulmones más fuertes.

Sobre mi mano abierta los ojos arrancados

del único testigo de mi propia vida:

mi vida sin la vida, mi vida por la vida, mi vida mas IVA, sin más,

al fin de cuentas, soy un frame detenido en la pantalla

soy un vibrante barrido de píxeles

ante el vértigo vacío

que tensa su alambre de espino

largo alambre temblando en la luz,

haciéndome desaparecer,

la misma luz que lame los contornos de mis palabras,

la idéntica luz que me muestra los espacios en blanco:

las entrelíneas como vías muertas, la ausencia,

esa escarcha en el sol de los silenciados,

de los equilibristas que antes que yo

se callaron ante la febril altura

y cayeron.


David Trashumante (Logroño, 1978)

domingo, 23 de agosto de 2015

De un invierno más
un domingo de fines de agosto
me siento en un banco
en la plaza del barrio.

El sol recibo de lleno
fulgurante en mis ojos.

Sobre el saquito de lana
derrama iridiscentes
los mechones de mi pelo negro
en ondas.

En películas tibias
pero ese rato
radiante y fogoso
detiene
el instante eterno
que me separa de los domingos
de todos los domingos
sin fijar.

Aprendí
en el origen
que las cosas eran como me contaban.

Pasaron años hasta que
ese segundo
por distracción
miré otras líneas que decían morir.

Empuñaba ya el arma
cuando
vino planeando
el libreto de al lado.

La dejé caer
y seguí
mansa
calcando mi representación.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Salir a la ruta
sin parabrisas
en moto.

Te revientan los bichos en la frente
te queda la piel pegoteada
se te congela la sangre.

En mueca
la sonrisa de labios secos y agrietados.

Aguantar es así,
como quedar embalsamado.

Palpando cristales
miró hondo y fijamente.

Creyó reconocerse
figura y fondo
en otros ojos.

En cripta
hipnótico
suelo de brea.

Deja tu comarca entre las fieras y los lirios...

Deja tu comarca entre las fieras y los lirios. Y ven a mí esta noche oh, mi amado, monstruo de almíbar, novio de tulipán, asesino de hojas dulces. Así, aquella noche lo clamaba yo, de portal en portal, junto a la pared pálida como un hueso, todo llena de un miedo irisado y de un oscuro amor. Ya era la edad en que las abuelas habían retrocedido a moradas de subtierra y sólo sus almas perduraban encadenadas a las lámparas estremeciendo mariposas verdes y amarillas a la hora de los fuegos y los rezos. ¡Oh, mi amor!— lo clamaba yo, de puerta en puerta, de muro en muro- perdí mis trenzas, estoy desnuda, se cayó el sándalo de los medallones, la luna paró sobre las chimeneas su trineo de coral. Y no vienes, hombre, rosa, crimen, corazón. Voy a quebrar las almendras, a comer alabastro amargo. Voy a matar los panales. Me has hecho imaginar inútilmente tus médulas de sándalo, tu corazón de fuego. Ahora, reirán de mí las muertas que se acuerdan de tu amor. Así mentía yo, abrazada a su melena de oro, a su terrible miel. Él hablaba una lengua casi inteligible; pero, un rocío voraz, una lepra de flores, le terminaba el rostro. Y dentro estaban el azúcar y las cruces y los espejos con olor a jacintos. Nos acercamos a la mesa. Las abuelas renacieron en las lámparas. Le dije que iba a guardarlo, que iba a besarlo, que iba a guardar su corazón entre las piñas y los licores y las medallas. Otra vez jardín y sombras y columnas rotas y los cisnes serios como hombres. Empecé a matarlo. Porque no digas mi amor a nadie—a entreabrirle los pétalos del pecho, a sacarle el corazón. Él se apoyó en mi brazo, le latía con locura el almíbar de los dedos. Empezó a morir. Cerca del bosque empezó a morir. Rompí a llorar. Voy a matar los panales; voy a quebrar las almendras, a comer alabastro amargo. Su muerte siguió a lo largo del bosque. Quise recogerla en mi saya, reunirla en mis brazos, abrazarla. Voy a tener hijos de almíbar y de pétalos y no podrán besarte, oh, mi novio de miel, mi tulipán. Lloraba desesperadamente. Quería juntar los pétalos, reconstruir la miel, sacarlo de la muerte, ganarlo para siempre, que no tuviera fin este poema.

Marosa Di Giorgio

lunes, 17 de agosto de 2015

                     Para Carla


Tu presencia
acuna mi doble conciencia.

Arroba tu perfume a rosas.


jueves, 13 de agosto de 2015

Oración

Habítame, penétrame. 
Sea tu sangre una con mi sangre. 
Tu boca entre a mi boca. 
Tu corazón agrande el mío hasta estallar. 
Desgárrame. 
Caigas entera en mis entrañas. 
Anden tus manos en mis manos. 
Tus pies caminen en mis pies, tus pies. 
Árdeme, árdeme. 
Cólmeme tu dulzura. 
Báñame tu saliva el paladar. 
Estés en mí como está la madera en el palito. 
Que ya no puedo así, con esta sed 
quemándome. 

Con esta sed quemándome. 

La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.

Juan Gelman

miércoles, 12 de agosto de 2015

Sistema circulatorio

Me deslizo
en puntas de pie
tanteando láminas de cristal
atravieso pasadizos
me contorsiono.

Afino
regulo el brillo de mis ojos
hasta que en eclipse
veo todo.


No quiero
irrealidades
palabras que arrasa el viento
ser expresión de deseo.

Casi nievo.

Trasvaso y veo encierro. 

Trasvaso y no encuentro.

Trasvaso y sigo niña.

Trasvaso
y me dejo caer
y soy más leve 
y me tiendo en alas.

Me poso.

martes, 11 de agosto de 2015

De duelos largos

De duelos largos emerjo,
adormecido, a muertes frescas.
Sol cegador, alguna vez
fuiste fiesta y verdad única
- quién lo diría
de esta luz
indiferente en la que, ya sin voz,
como flor en la lluvia,
me deshago.

Juan José Saer

lunes, 10 de agosto de 2015

Hope is the thing with feathers

Hope is the thing with feathers
That perches in the soul,
And sings the tune without the words,
And never stops at all,

And sweetest in the gale is heard;
And sore must be the storm
That could abash the little bird
That kept so many warm.

I've heard it in the chillest land
And on the strangest sea;
Yet, never, in extremity,
It asked a crumb of me.

Emily Dickinson

sábado, 8 de agosto de 2015

Deshojamiento















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La nieve casta su perdón desmiga
sobre la obscura ancianidad del suelo.
Cuando la tierra ya no puede, amiga.
Calladamente se deshoja el cielo.

Así el espino, y el parral, y el banco
visten la gracia de este nuevo adorno.
El haz de leña es un osito blanco
y es una choza de esquimal el horno.

La nieve es una gracia que regala el cielo
para que la tierra
lejos de la primavera
se vista de un albo color y se ilumine.

Igual que cuando el amor
cubre con su amparo 
la desierta soledad del alba.

Fija en la mía tu mirada pura,
pues dan mis ojos a un paisaje interno,
y mira como nieva tu ternura
sobre mi triste corazón de invierno.

viernes, 7 de agosto de 2015

Juana Bignozzi

Esperé ser la anfitriona elemental
de una estructura no corrompida
ofrecer entregas y apuestas
abandonar mi ciudad sin la sombra de la sal
ni de su adiós y memoria viva
ahora soy dueña de un sistema de condenas y salvaciones
de aceptaciones y rechazos
de una lista de buenos trabajos
de un lejano sabor a vida
de una única forma de limpiarme
en soledad

Juana Bignozzi

lunes, 3 de agosto de 2015

Leo Mercado

el inconveniente de las burbujas
es que no tienen bordes visibles
entonces los cobardes
husmean reticentemente
con la punta de su alfiler
apoyándolo suavemente
con la esperanza de que sea
en realidad
un rayo ensordecedor
caído del cielo
el que los libere de su opresión
y así
poder ahorrarse la fatiga
de ser por un momento
valientes

Leo Mercado
http://vientonorte-leomercado.blogspot.com.ar/

Hortensias en la misa

Era una casa sola con el techo a dos aguas y un gran hueco en el centro, una casa posmoderna(…) y un gran ribete de hortensias (éstas agigantadas y en un pardo azul; o blancas, o de color de rosa como azaleas y lloviznas). 

Señora Dinorah la bordeó de noche casi sonriendo.

Entonces, apareció el Novio.

Rígido traje. Camisa de organdí de novio, de muerto. La breve melena algo inflada al aire.

Le dijo: —Señora Dinorah, yo soy su Novio. Y hoy es su boda.

—¿Cómo?

—Sí. Y acá.

Ella trastabilló. Quiso respaldarse en las hortensias y éstas cedieron por los tronquillos. Entonces, el sostén vendría sólo de ella misma.

Del pavor, un rato después se le cayó un huevo blando rodando de su interior entre las piernas y hasta el suelo con un leve Plap. Un huevo virgíneo, sin galladura, claro.

El novio se dio cuenta, a pesar de la noche. Y parpadeó.

Luego se recompuso y dijo: Bien; venga señora Dinorah. Vamos a la casa. 

Acentuaba la a, era gracioso, y señora Dinorah casi sonrió a pesar de la aterrante situación. Así llegaron a la casa. Se miraron de pie.

No había ningún asiento.

Él dijo: Extraña esta ciudad. Compuesta sólo por esta casa.

—Sí.

Y agregó:

Señora, usted pone huevos, ¿no es cierto?

—Y...

-Bien, entonces quítese esos mantos.

Los mantos eran tres. Afuera, uno negro; azul el de la mitad. Y otro negro después. E iban en cadenillas para que no se corriesen.

Señora Dinorah quedó desnuda. Larga y blanca como una vara, como un manojo. Se le transparentaban los huevos en procesión, los huevos blancos de convento, diáfanos y brillantes como lágrimas. Él agregó:

—Sepamos, señora Dinorah, que hoy tendrá su minuto de gloria y del final.

¡Oh! aún no había iniciado él esta frase y ya, la víctima, señora Dinorah la víctima, la había oído toda y se escapó de las manos de plata del Novio e ingresó a la hortensia. A zarpazos, desapareció ahí. Las flores se estremecían, giraban, hicieron como un huracán, un murmullo disimulante y quedaron juntas y quietas.

El Novio llegó y se detuvo. ¿Ingresar en las flores y buscar? No era tan absurdo. Todo el plantío se había cerrado como un mar. Pasada una larga hora, señora Dinorah se alzó apenas, con levedad, sacó un ojo temblando para ver qué había. No vio nada, pero, igualmente, se agachó a esperar un poco aún. Y así otras veces. En una de esas postraciones abrazó sin querer en el suelo, algo vivo, caliente, grueso, liso, un cerdito de jardín, le pasó la mano por el pelo, lo besó de pronto en la boca (pero qué ocurrencia) él le devolvió el beso con lengua rosada, espesa, de clavelinas y jamón; después, él se le atrevió a un seno y al otro, se abrazaron a jugar, rodaron juntos por lo hondo de las plantas, hasta que sucedió todo y todo sucedió. Luego de un rato se oyó un tremendo ¡Ah!

En el linde del jardín, el Novio se reconstituyó. Quedó de nuevo, delgado y alto, con manos largas, rostro pálido. Con una de esas manos cruzó la luna, pareció saludar, despedirse y saludar.

—Adiós, señora Dinorah. Era su minuto de gloria y también de muerte. Como pude, lo hice. A eso venía. No me podía ir, si no. Adiós, señora, adiós y adiós.


Marosa Di Giorgio



















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Anoche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían pasado...

Anoche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían pasado 
cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín violetas, 
el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los platos blancos 
como huesos, las dulceras con olor a rosa.
Tomó al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los que
que estaban despiertos, quedaron con los ojos fijos; soñaban, 
igual la vieron. 
El espejo donde se miró o no se miró, cayó trizado. Parecía 
que quería matar a alguno. Pero, salió al jardín. Giraba, cavaba, 
en el mismo sitio, como si debajo estuviese enterrado un muerto. 
La pobre vaca, que pastaba cerca de la violetas, se enloqueció, 
gemía como una mujer o como un lobo. Pero, La Sombra se fue volando, 
se fue hacia el sur. Volverá dentro de un siglo.

domingo, 2 de agosto de 2015

El intruso

Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu forma fue una mancha de luz y de blancura.

Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus labios de frescura;
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.

¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
y si duermes, duermo como un perro a tus plantas!
¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;

y tiemblo si tu mano toca la cerradura;
y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!

Delmira Agustini

Explosión

¡Si la vida es amor, bendita sea!
Quiero más vida para amar! Hoy siento 
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.

Mi corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea.
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!

Hoy partió hacia la noche, triste, fría...
rotas las alas, mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor

en la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!

Delmira Agustini

sábado, 1 de agosto de 2015

Oda al tiempo perdido

Habría que vivir escribiendo himnos
bailando a ciegas
revoleando la cabellera
cantando como posesa en la tribu
cortando el aire a la mitad
con respiración fogosa y caliente
rasurando la tierra con salvajes pasos
dado mil vueltas
hasta caer descompuesta y sin sentido.

Estribilllo
No miro y ya veo
sin aprendizajes
un microcosmos
por descubrir.

En mis pulmones
los alvéolos se colorean
de rosas rojo fuerte
y es perfume por primera vez.

A dosis tornasol
en alborada
me transfiguro.
Después de aquella sola noche
en que nos enamoramos
nunca más fuimos.
Ser en soledad
y desear juntos.

O sobre no pertenecer
Dijeron que era así
así hice y fue.

Un día
por distracción
miré otro libreto que decía morir.

Cuando ya empuñaba el arma
vino planeando el libreto de al lado.

La dejé aparte
y seguí
con mi representación.

Ya fuera del campo de lucha
estalla la relación
entre tomar una decisión consciente
y enfocarse
trabajar
y creer en eso.

Oh, azar
me venís a regalar
la fe en tus embrujos
en las alcantarillas de una tierra segura
donde pisar.

Me rodea
una programación automática
de la que sujetarme
para descansar.
Si la pureza
si lo genuino de raíz
si existiera
lo verdadero en sí

entonces

no habría razón
para seguir adelante
día tras día
con voz de lánguidas hebras
invocándolo.