viernes, 16 de junio de 2017

Esta tarde

Vengo haciendo mis cosas: trabajo, leo
escribo, crío hijos sin demasiada conciencia;
como en ese tipo de programas instintivos pero lúcidos,
en una rutina apacible.

Aunque siempre pasa que en algún momento
me cercan la inquietud, el desánimo, el desasosiego.

Compro un bocadito dulce en el quiosco
y lo devoro lentamente; me acompaña
a dar los pasos que siguen.

Continúa la tarde en el apuro por conseguir placer y calma.
Perduran las nubes cubriendo el cielo
y la humedad que satura el corazón posible.

Cede la desazón. No hay por qué esperar tanto de esta noche.
Dejo de desesperar cuando vuelve el presente cada vez,
cuando siento que siempre es ahora.

Como para olvidar un poco más y animarme conservo el plan de conseguir
un producto para alisar el pelo que voy a disfrutar un poco más tarde.

Al llegar a la fiesta encuentro mi fuelle de supervivencia,
y veo de nuevo las cosas con menor intensidad.

Felizmente, decrecen las ansias por un cielo sin nubes.
Y duermo tranquila.

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