miércoles, 13 de abril de 2016

Una palabra que empieza con A

Esos que de noche ven demasiado con el oído: los asustados
Esos que por órdenes, por fracasos, por hastío, agachan
----la cabeza cada vez más, y uno se pregunta ¿querrán
----morderse el corazón?
Esos que pueden vivir sin mí del mismo modo que yo
----(a veces) no puedo vivir sin sus muertes
Esos que se acuestan con una servilleta al cuello para soñar
----con la Primera Cena: los desmigajados, los convidados a nunca
Esos que mudan los paquetes de la sangre a un carro y se
----golpean los huesos con las coces de un caballo, para que arren
Esos que llevan los roperos al mar y regresan desnudos: los
----ilusos vírgenes
Esos que no pueden dormir porque al despertar oyen relojes
----atrasados: tic-crac tic-crac
Esos que miran caer los contoneos de una hoja de otoño
----y piensan en la devoradora tristeza antes que en los 
----bosques del amor
Esos que leyeron el poema de Eluard, juzgaron que faltaba
----oscuridad de aljibe o chillido de desesperación allí, y
----se ponen a nombrar la libertad con un dedo de fuego
----sobre una mole de hielo
Esos que han gastado su último manjar de tabaco y elaboran
----sus propios humos con polvo de diente rechinado
Esos que a pedacitos se cortan las arrugas con tijeras
----porque han visto su respiración perder velocidad
----en los azotes del espejo
Esos que cierran las ventanas temerosos de morir ahogados
----por el polvo que levantan las banderas cuando soplan
----en las calles, y después, arrepentidos, se muerden
----las lágrimas
Esos que dan sus puños solo frente a un monólogo, pero
----secretamente cuentan los abrazos que guardan
Esos que no sobornan a la poesía para que cante como un
----fantasma de oro, sino que la sumergen en lava para que
----explote y aturda con sus silencios al reino de los
----sordos; los mismos que la llevan a que espante a las
----fieras congregadas en las fiestas dominicales y asalte
----los candados que guardan a la inhallable mujer de Dios
Esos que se echan a vivir, sin equipaje, en andenes
----desolados, para saber si después del último tren, bajo
----la noche lustrada por las viejas y empecinadas estrellas,
----volverá a pasar la lluvia con sus latidos de añorado
----corazón: los melancólicos, los del hollín en un ojo,
----los boquiabiertos que tejen la paciencia con sus barbas
Esos que bañan sus lenguas en jugos de pólvora y las
----caricias en océanos de lija, y luego salen a cortejar
----a la muerte, a demorarla
En fin, los trapecistas que hacen reir a los pájaros,
----los suicidas que mueren centenarios en la cama
Para ellos los tesoros
----desenterrados por los locos que cavan en el aire,
----mi almohada de cuero de mortero que hace de pesadillas
----polvo, y en especial una palabra que empieza con A.


Eugenio Mandrini (Buenos Aires, 1936)



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