miércoles, 19 de marzo de 2014

El dolor

"El dolor es su educación y su fe. El dolor lo vuelve creyente. Cree solo o sobre todo en aquello que sufre. Cree en Superman, en quien por otra parte es evidente que no cree, no importa la prueba contraria que aporte su pobre cuerpo de cuatro años enfundado en un traje de superhéroe atravesando el vidrio de la puerta-ventana del living de Ortega y Gasset. Cree cuando lo ve encogerse por acción de las piedras y bloquear, rodilla en tierra, y quedar fuera de combate, empequeñecido, él, siempre tan gigantesco, a merced de sus archienemigos. En la felicidad, en cambio, como en cualquiera de sus satélites, no encuentra más que artificio; no exactamente engaño o simulación, sino el fruto de un artesanado, la obra má o menos trabajosa de una voluntad, que puede entender y apreciar y a veces hasta comparte, pero por alguna razón, viciada como está por su origen, siempre parece interponer entre él y ella una distancia, la misma, probablemente, que lo separa de cualquier libro, película o canción que represente o giren alrededor de la felicidad. [...] La dicha es lo inverosímil por excelencia. No es que no pueda hacer nada con ella. En un sentido más bien al contrario, como después de todo lo prueban él mismo, el oficio al que se dedica, su vida entera, Pero cuanto haga con Lo Feliz, como después, también, con Lo bueno en general, está ensombrecido por la desconfianza. Y por Bueno él entiende grosso modo el rango de sentimientos positivos que otros suelen llamar bondad humana (...)"

Por Alan Pauls en Historia del llanto

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