De grande ver el mar es
muy distinto a cuando era chica.
En San Bernardo cuando voy a la playa me detengo a contemplar su belleza casi infalible.
Es fondo y figura. Irradia majestuosidad y, al mismo tiempo, sencillez.
Escucho sus sonidos y me hacen sentir poderosa. Es como si existiéramos desde siempre.
Escucho sus sonidos y me hacen sentir poderosa. Es como si existiéramos desde siempre.
Les digo mentalmente a mis hijas: No pretendo que vean el mar como yo.
No quiero ponerme
vehemente para que me crean.
Tal vez compartan mi visión cuando sean mujeres adultas.
Tal vez compartan mi visión cuando sean mujeres adultas.
Seguimos charlando las tres por la orilla rumbo al muelle de La Lucila.
Yo dejo un oído atento durante el camino, en este paseo a sus pies.
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