Dulzura de la tarde goteada de esquilas
y aquejada de un íntimo susurro de torcaz.
De frágil y perfecta la tarde se dijera
un recuerdo amarillo, breve, pero infinito.
Un recuerdo con una dicha de agua quieta
que un cielo sueña y unas orillas florecidas.
Recuerdo que se quiebra en un cristal de pájaros
y se deshoja en un suspiro del otoño...
Juan L.Ortiz
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