martes, 18 de febrero de 2025

Nuevas cartas a un nuevo joven poeta

1.

Pensá siempre que trabajamos con un material extraño al mundo, posiblemente inútil y hasta hostil al mismo. Por lo tanto estamos expuestos a rozarnos con toda serie de personajes estrafalarios, porque la condición de estos pareciera -y en parte lo es-, afín a lo que producimos por su carácter fronterizo de relación con la vida cotidiana. 

Pero no toda persona de ese tipo es por naturaleza cercana a la poesía. Puede ser incluso alguien que la niega de una manera sutil. No somos psiquiatras ni exorcistas ni rabinos. No podemos invadir con nuestras poesías tales territorios y saberes. A lo sumo ser un sostén, pero simplemente metafórico de tales actividades. Pero no somos la actividad misma. No vivimos -y es ciertamente de lamentar- tiempos regidos por chamanes de la tribu, el reclamo de cierto simbolismo de torre de marfil es solo un deseo de pausa de fin de semana.

Si damos clases, si enseñamos poesía, o más bien extraemos poesía de quien ya la tiene in nuce en su alma y mente, no confundir al neófito que puede ser muchas veces tan solo un vampiro de experiencia. Y su cercanía es peligrosa porque estos ladrones de prâna pueden asemejarse por momentos a tales pares, por lo general más jóvenes, cargados de deseos difusos y de anhelos vicarios que no solo no podemos satisfacer, sino que debemos huir literalmente de ellos. 

Si ya vivimos a diario contactos sociales obligatorios por razones del vivir concentracionario y burocrático de nuestras sociedades –que no civilizaciones-, no debemos sumar la carga evitable de tales cercanías.

La materia que cargamos está para ser sobrematerializada, pero no es tarea fácil. Lo material nos acecha y nos carga la mochila vital de todo un atrezzo innecesario. Ya es muy difícil manejar ese peso inútil, pero tampoco podemos buscar la torre de marfil de propiedad horizontal ni el ocio rentado que acecha con sus becas y prebendas políticas. 

El desarreglo conciente de los sentidos, al igual que el símil de volvernos hechiceros de la tribu, son partes de un momento de seducción por la barbarie. Por otro lado un dealer no es un acólito adecuado para un chamán, ni el auto maltrato camino seguro a la noche oscura del alma, sino senda torcida para los proveedores de dietas y de supuestas mejores calidades de vida.

2.

La poesía es un lujo como toda cosa facta por el hombre y que según Vico es también lo verdadero. Solo conocemos lo hecho (facto) que es lo verdadero (verum). Así que nada de disfraces raros, poses, manías artificiales y adocenadas, porque ya la actividad poética (y decimos esto de la actividad estético-filosófica toda) es un lujo, un exceso.

Pero como todo lujo y exceso deben ser ritualizados. El ritual y la repetición intencionada pueden ser la rima y/o la métrica. Digo que pueden ser. No son imprescindibles. Pero siempre debés tener presente alguna medida en los versos. Recordá lo de Pound como pregunta axial “¿Por qué esto que leo es poesía y no prosa?”, que por cierto tampoco él cumplía muchas veces…

Así la poesía no es granizo ni pan rallado sintáctico arrojado a puñados sobre el papel o la pantalla para paliar alguna mala noche o madrugada de amor o de odio. 

Es «una emoción recordada en la tranquilidad». Y la tranquilidad 
pueden darla cierta medida y ritmo de la propia escritura. El castellano es un idioma vocálico en extremo y allí deben clavarse las banderillas al toro desencadenado de la emoción y poner pial al potro mal domado de la pasión.

No hay que matarse para ser poeta, ni enloquecer, ni hacerse el estrafalario. Ya lo sos, joven amigo o amiga, si te inclinás a estos menesteres. Porque se trata de trabajo, de artesanía y por eso conviene arrancarle a los tirones muchas plumas al presuntuoso pavo real del “arte”.

3.

La poesía es ave de paso, a veces fugaz. No tratés de enjaularla con nada que la vuelva profesión; sí oficio. Si no tenés rentas heredadas, olvidate de usarla como medio de vida, enredarte en congresos, charlas, debates y chapucerías semejantes. Sí podés presentar el libro de algún poeta que admires, pero en serio. No lo hagas para facturar su onerosa compañía.

Si tenés que trabajar para solventarte lo mejor son las clases; pero si tenés algo que enseñar. Si vas a descerrajar un palimpsesto de opiniones ajenas, vaguedades sobre “lo indecible” de la poesía y demás paparruchas, mejor que pongas un multirrubro; si te da el cuero. 

Si no tenés nada que enseñar o transmitir, la traducción es lo mejor. Claro que no serán solo textos poéticos los que te consigan la diaria pitanza. La enseñanza universitaria o secundaria puede ser un lindo espejismo para enlodarte con sus componendas. Acordate que este país cambia de rumbo cada década y que pasa de inventarse un pasado a fraguar un inseguro futuro con ese pasado apócrifo.

Mejor la enseñanza particular, el círculo, o la peña. Es preferible ser acusado de elitista que de mascarón de proa de insensateces oficiales y burdas politiquerías…

Nunca estreches la mano ni le debas nada a quien despreciás. ¡Hay tanto poeta funcionario y viajero subvencionado, sobre todo para ocuparse de la poesía de un país lejano o poco frecuentado!

Ocupate de tu idioma, de tu lengua poética, y a lo sumo aprendé -como se debe- una segunda. En una charla le escuché decir a André Martinet, estudioso en serio y no propalador de bobadas parisinas, que para ser un buen lingüista se debe por lo menos saber una segunda lengua tan bien como la primera. Pero asegurate que sabés bien esta primera.

4.

El peor enemigo de la poesía es el sentimiento desbordado. Este se desborda hoy en vetas antes impensadas. Cierto, he escrito que “La pasión manda”; pero no la dejemos que mande en la poesía. Pero tampoco la poesía, aún la más intensamente lírica, es decir subjetiva-erótica, es un emético para las derivas pasionales, ni un cómodo ascensor que nos lleva a un limbo de castidad ni nos baja hasta los sótanos de los inframundos espirituales.

5.

Me pedís ejemplos, no voy a seguir con el “April is the cruelest month, breedin “Abril es un mes más cruel”, que no es el verso completo, sino “Abril es el mes más cruel, criando”… Cosas del pentámetro yámbico. Pero dejemos eso.

A ver esto: “Felicità del sùghero abbandonato alla corrente”. “Felicidad del corcho abandonado a la corriente”. Primer verso de «Barcas sobre el Marne» de Eugenio Montale.

Obviamente allí tenemos la transmisión de una cualidad humana a un objeto material inerte (el corcho), pero éste ha sido antes motivo de felicidad, seguramente para alguno de los visitantes domingueros de las orillas del río Marne. Que se habrá bebido el contenido de ese vino antes tapado por el corcho ese corcho ahora a la deriva… En todo caso lo es para el yo que ve todo esto y muchas cosas más en esta “ocasión”, la versión montaliana de la epifanía.

Esta corriente a su vez se mueve en toda la corriente vital del poema que contiene por un lado la más cruda epifanía-ocasión de Montale: “il vuoto che ci invade”. “El vacío que nos invade”. Ante lo pleno de ese mediodía dominguero donde imaginamos o, mejor dicho, se nos deja imaginar el bullicio de las voces superpuestas de niños y de hombres y mujeres de todas las edades gozando de ese jolgorio y algarabía repetidas de los días domingos, que lleva en sí clavado ese vacío de existir del “dimanche” descubierto y acuñado proféticamente por Laforgue. 

Claro que en medio de todo ese lodazal de la doxa moderna en los extramuros de la gran ciudad -París en este caso-, sobreviene esa ocasión de otra cosa donde lo banal, caído, yecto, se vuelve súbita pero fluidamente para el poeta, otra cosa. Tal esa “ocasionalidad” de la lírica. 

Todo el poema es también una lucha agónica con el tiempo que pasa y con el devenir que fluye y una busca y rebusca constantes en ese mismo hábitat de señales, de signos y de cosas que saquen y hagan olvidar al poeta de ese constante fluir.

Espero te sea útil.

Ángel Faretta (Buenos Aires, 1953)

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