En cuarentena por el coronavirus
El hall
Los barbijos y el repelente de insectos
están sobre la mesita de la entrada
-que tiene algunas fotos de los hijos-
así quedan bien cerca de nuestras manos.
Las llaves y los celulares combinan
con el alcohol rebajado en agua
que les aplicamos para frenar el virus.
El patio
Al mes de empezado el confinamiento
decidí hacer un trabajo de jardinería
harto postergado y bastante profundo.
Saqué un potus que crecía
por la pared, ladrillos arriba
desmedidamente
como una enredadera.
Era peligroso por otra invasión:
la maldita plaga del dengue.
En algunos lados todavía quedan rastros
de un par de trasplantes que hice
y de la tierra nueva con fertilizante
para el ficus y para el jazmín
de la renovación y el descarte
de macetas quebradas
o ya demasiado pequeñas
para las plantas más frondosas.
El living
Es un living-taller, más bien.
Están los materiales para
armar los libros de poemas.
Papel, cartón corrugado, ganchos
y una nueva abrochadora
más potente que las comunes.
Hay copias descartadas
libros destripados
y hojas borrador para imprimir
en la cara de atrás.
También, sobre un sillón
dejamos el bajo eléctrico
en su funda.
De vez en cuando practicamos
algunas melodías.
Yo, unas escalas, primero
para entrar en calor.
Mi pieza
Hay días en que estoy despierta
y dormida con la misma ropa.
Al lado de la mesa de luz descansan
en un plato los restos de espirales
también una caja de remedios
y tres pilas de libros de poesía.
Unas cremas de poco uso
un par de auriculares
un parlante portátil
un cuaderno y biromes
para ensayar poemas
en las noches de desvelo.
Sus piezas
El tránsito de megas y gigas
es realmente pesado
con los compañeros de escuela
y los mejores amigos.
Las computadoras y
los celulares
son la principal
ventana
de estos tres
adolescentes
hacia el mundo exterior.
Hace poco se sumaron
a la escenografía
una guitarra criolla
y una guitarra eléctrica
en su atril.
El baño
Es el lugar de la renovación
por antonomasia, donde
darse esa ducha milagrosa
que te convierte en otra
persona
sin siquiera salir a la calle.
La terraza
La cuadrícula de los baldosones verdes
oficia de telón de fondo de un tiempo
de despejarme bajo este solcito
de fines de mayo en pandemia.
A veces llevo algún libro; siempre
flanqueada por mi perro fiel.
Descanso en una reposera de playa roja.
No faltan el espiral y el agua para Galo.
De a ratos, nos mimetizamos del todo.
Él se sube sobre mis piernas y formamos
Él se sube sobre mis piernas y formamos
un bloque vivo e indiferenciado.
Antes de irme y cuando baja el sol
me estiro sobre la pared asomándome
me estiro sobre la pared asomándome
a los techos del resto de las casas
diviso las tres torres de departamentos
de enfrente del cementerio, veo
el hospital Piñero y su cúpula verde.
La vereda
Hace poco hicimos sacar el árbol
porque estaba reseco y se podía caer.
Quedaron, en su lugar, unos yuyos
que arrancamos cada tanto
para evitar los mosquitos.
Salimos a la calle con barbijo
y con la máscara. Nuestra vereda
sería el principio de
la amenaza.
Después de todo, puede
ser nuestro más
allá.